Una de las hipótesis más provocadoras de la Física teórica tiene que ver con la existencia de múltiples universos. Una de sus versiones sostiene que: si el Universo es infinito, entonces existen infinitas versiones de uno mismo más allá de aquel segmento del Universo que podemos llegar a conocer. Si existen infinitas versiones de uno mismo y por tanto de todos los que habitan, han habitado y habitarán nuestro planeta, entonces todos y cada uno de los posibles acontecimientos asociados a dicha vida han ocurrido, ocurren y ocurrirán, en idénticos planetas en algunos lugares de dicha vastedad.
Por eso no podemos descartar que el Presidente López Obrador provenga de alguna de las más lejanas regiones del espacio-tiempo en la que, efectivamente, han ocurrido todos los sucesos que en su Primer (tercer) informe ha relatado. El problema de esto es que, como tecnológicamente nos es imposible transportarnos a los más remotos parajes de nuestro cosmos, para quienes habitamos esta tierra, en este universo, la única realidad es la que vivimos aquí y en el ahora. Esa realidad dista mucho de la señalada por el Presidente. López Obrador no ha terminado de entender que la política consiste en algo más que comunicar. Si bien la capacidad de transmitir ideas y emociones es una parte importante de la misma, igual de relevante resulta el hecho de que esas expresiones estén acompañadas de acciones que se traduzcan en una mejora sustantiva en la calidad de vida de las personas. Esa mejora puede ser calibrada en términos de indicadores. Esos indicadores deben estar relacionados con los impactos y no con las acciones de las políticas públicas. Por ejemplo, de poco sirve saber que se distribuyó “x” número de apoyos alimentarios, si no sabemos si esos apoyos mejoraron indicadores nutricionales en sus destinatarios. Aunque el primer informe del Presidente López Obrador se corresponde con apenas 9 meses de gobierno, lo cierto es que el balance parece ser negativo: una economía estancada y pobres resultados en materia de seguridad son algunos de sus signos distintivos. Me detendré un poco en lo primero. La economía mexicana no va bien. En un entorno en el que los Estados Unidos ha seguido creciendo, no es posible hallar explicación más convincente sobre el estancamiento económico, que aquella que apunta a desaciertos de política económica de la actual administración. La cancelación de proyectos importantes como el nuevo aeropuerto de la Ciudad de México (tan festejado por el titular del ejecutivo) o el ataque constante a la reforma energética, han sido pésimas señales que el Gobierno mexicano ha enviado a los mercados internacionales y los mercados han reaccionado con reticencia a la inversión. Hoy para el Gobierno mexicano, resulta costoso atraer inversiones, dadas las altas tasas de interés asociadas a la percepción de riesgo-país. La cancelación de la reforma educativa ha sido otro de los grandes errores de la actual administración. En un afán por construir una narrativa en torno a la nueva edificación de México, han dado al traste con una reforma orientada a mejorar la calidad de la educación, cimentada en la generación de un entorno de incentivos que premiaría a los buenos maestros. La alternativa del Gobierno de la República: entregar el control de la educación de nueva cuenta a los sindicatos, bajo el viejo modelo de control magisterial que tanto daño nos causó. El resultado de esta decisión, paradójicamente, será el aumentar la asimetría existente entre la educación pública y la privada, contribuyendo a perpetuar el círculo vicioso de la desigualdad. La política económica constituye otro desacierto en la administración de López Obrador. Es sintomático cuando el Presidente señala que su principal propuesta en la materia reside en el combate a la corrupción. Combatir la corrupción es fundamental, pero es una lectura en extremo simplista asumir que ello es condición suficiente para resolver nuestros graves problemas de crecimiento, productividad, competitividad y pobreza. Por otro lado, no deja de llamar la atención que mientras el Presidente insiste en que la corrupción ya se acabó, hoy experimentamos desabasto en medicamentos tan importantes para la vida de las personas como aquellos enfocados a la lucha contra el cáncer. Al titular del ejecutivo muy pronto se lo olvidó su afirmación de que al acabar con la corrupción nos alcanzaría para todo. Festinar el cierre de organismos para la promoción económica como el caso de ProMéxico, revela una profunda ignorancia. Aún más cuando falsamente señala que en otros países estos organismos no existen. De todos es sabidos que las principales economías del mundo mantienen oficinas de representación y promoción comercial como parte de sus políticas de fomento a este tipo de actividades. El Presidente es nostálgico de una economía cerrada en donde el Estado es el principal promotor y guía del desarrollo. Lamentablemente, ese modelo económico ha demostrado su rotundo fracaso allá donde se ha implementado. Pocas cosas son tan perniciosas para un país como el escaso conocimiento de un gobernante sobre principios económicos. Particularmente llamó mi atención el llamado del Presidente en torno a la construcción de una denominada soberanía alimentaria. La idea es que el país no requiera de importar los alimentos que sus habitantes consumen. Esta idea ignora un concepto económico fundamental como los es el de ventaja comparativa. Todos podemos estar mejor produciendo aquello en lo que somos eficientes y comprando a otros aquello en lo que esos otros son eficientes. Este es el fundamento del comercio internacional y el comercio ha sido uno de los principales factores explicativos del progreso humano. Por el lado de la política social los resultados son mixtos. Es justo reconocer a programas como el de apoyo a las personas con discapacidad. México desde hacía tiempo tenía una deuda pendiente con este sector de la población. Hoy la deuda sigue, pero no podemos negar el hecho de que este programa representa un avance importante. Sin embargo, esto se empaña con casos como el programa “Jóvenes construyendo futuro”, uno de los más cuestionados de la presente administración y sobre el cual han recaído diversas sospechas de corrupción. Por otro lado, el programa de becas a estudiantes podría mejorarse, si los montos de dichas becas e asociaran al cumplimiento de ciertas corresponsabilidades como lo pueden ser aquellas relacionadas con su rendimiento académico y con el cumplimiento de chequeos médicos, entre otras. El problema de la política social es que su éxito no depende de las buenas intenciones, sino de un diseño que atienda a criterios de carácter racional. Lamentablemente la actual administración desapareció programas como Prospera que funcionaban razonablemente bien, a cambio de crear políticas al vapor. Entre las buenas noticias también cabe destacar el anuncio de la construcción de algunas infraestructuras. Invertir en infraestructuras es mejorar nuestras condiciones para la producción y para la competitividad. Sin embargo, debemos ser cuidadosos en que esas infraestructuras tengan una tasa de retorno positiva y no se conviertan con el paso del tiempo en elefantes blancos que lejos de arrojar dividendos terminan fagocitando los recursos del Estado. El tren maya podría ser un buen ejemplo del riesgo que entrañan proyectos sin la debida preparación. Hay que reconocer que el Presidente fue sincero en torno a los malos resultados en el tema de la seguridad pública. Lejos de disminuir, la violencia se ha ido acrecentando. Lamentablemente el Estado parece haber claudicado en su compromiso de crear mejores sistemas de policía y ha decidido otorgar al ejército funciones para los que no está debidamente formado. Un riesgo de esto es que si el ejército es incapaz de lograr resultados en la materia, su legitimidad social se vea trastocada. Terminaré señalando que a 9 meses de su gobierno, el Presidente aún está a tiempo de rectificar el rumbo perdido. Para ello, sin embargo, se requiere de humildad para saber escuchar a sus colaboradores más experimentados. Por parte de sus colaboradores, se requiere de valentía par dar a conocer sus opiniones. Si tuviese que resumir el principal reto para México, este sería el del crecimiento económico. No nos hagamos ilusiones. México no va a lograr desarrollo si no hay crecimiento. El crecimiento es condición necesaria para el desarrollo, quién sostenga lo contrario simplemente está mintiendo. No podemos distribuir aquella riqueza que no se ha creado y si queremos repartir aquella ya existente, entonces le tenemos que quitar a unos para darle a otros. Si hacemos esto, los creadores de riqueza estarán menos dispuestos a crearla. No hay soluciones mágicas. Vivimos nuestra propia realidad, no una realidad alterna.
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