mexicana. La mayoría en el Senado de la República terminó por cancelar toda esperanza de construir, en el corto o en el mediano plazo, un sistema de educación pública de calidad. El tema ya había sido avanzado en la Cámara de Diputados en donde la bancada presidencial festejaba la aprobación de una contrarreforma en materia de educación que más bien debería de causar vergüenza.
La educación es un bien esencial para el desarrollo de las personas. La movilidad social ascendente no es posible sin una educación pública de calidad. La igualdad formal entre las personas reconocida por nuestra Constitución nunca podrá configurarse en una igualdad material o de oportunidades, si no es mediante la construcción por parte del Estado de un buen sistema educativo. Lamentablemente, hoy en día, la brecha que separa a la educación pública de la privada es cada vez mayor y resulta determinante para explicar las posibilidades de desarrollo futuro de nuestros estudiantes. Debemos reconocer que el problema de la educación no es asunto nuevo, ni es responsabilidad de la presente administración. El modelo de partido dominante propició alianzas de tipo corporativo con diversos actores sociales, siendo los sindicatos y en el caso concreto el sindicato magisterial, uno de los más relevantes. Bajo esta lógica, el Partido del Gobierno aseguraba la recepción de un importante caudal de votos y el Sindicato se aseguraba el control de la asignación de las plazas existentes. El incentivo como se puede advertir era perverso: al aula no llegaban necesariamente los más capaces o lo más preparados, sino aquellos mejor relacionados con la dirigencia magisterial, que eran a su vez los que mejor podían garantizar lealtad a las directrices de esta. Así, muchos buenos maestros se veían imposibilitados por la vía de los hechos para acceder a mejores condiciones de trabajo. El ser un maestro diligente y comprometido con sus estudiantes simplemente no redituaba. Aún así, la historia de nuestro país está plagada de múltiples ejemplos de maestras y maestros verdaderamente comprometidos con la formación de sus estudiantes. No obstante el esfuerzo y el empeño de estos verdaderos héroes, el modelo corporativo en la educación no ha dado resultados satisfactorios. Mediciones internacionales sobre calidad educativa como PISA, sitúan a nuestro país a la zaga de los estados integrantes de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo. Así y con datos del 2015, el desempeño mexicano en ciencias, lectura y matemáticas, se situó por debajo del promedio y menos del 1% de los estudiantes evaluados logró alcanzar niveles de excelencia. Es por estas razones que en un ejercicio inédito representado por el “Pacto por México”, las que en dicho momento eran las principales fuerzas políticas del país, decidieron emprender una ambiciosa reforma educativa que apostaba por la transición del viejo y disfuncional modelo corporativo a uno de tipo meritocrático. Un modelo en donde todos los que tuvieran competencias, habilidades y vocación para la docencia, tuvieran la oportunidad de acceder a alguna plaza y en el que se premiara a los buenos maestros y se otorgaran oportunidades de superación a aquellos con rendimientos no satisfactorios. No en vano, esa reforma fue ampliamente reconocida por propios y extraños dentro y fuera del territorio nacional. Acostumbrados como a estamos al modelo de país de un solo hombre. La reforma educativa duró hasta que terminó la presidencia de Enrique Peña Nieto. Andrés Manuel López Obrador, formado en la vieja escuela del PRI, entendió que el camino a la Presidencia se allanaba con el apoyo de las estructuras magisteriales y que este apoyo no sería posible sino a través de un pacto de restauración. El resto es historia. Con la aprobación de la contrarreforma educativa, la bancada del Presidente ha determinado que nuestras niñas y jóvenes pueden seguir esperando. Se trata de la victoria de la alianza político electoral con un sector del magisterio por sobre el interés superior de la niñez y de la juventud mexicana. Por ello, la contrarreforma educativa es al final del día una condena de pobreza para los más pobres. Sorprende, además, que muchos de los detractores de la reforma educativa fueron los que, bajo otras siglas partidistas, antaño con entusiasmo la promovieron. Tiempos traen tiempos y más si estos son electorales. Por todo esto no nos sorprenda si con el paso de los años nos seguimos preguntando por qué México no avanza. Tal vez y en ese momento recordemos la famosa frase de las justas deportivas: la tuvimos y la dejamos ir.
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September 2020
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